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Ni cagón, ni cagona

Ni cagón, ni cagona

ISABEL BERNARDO FERNÁNDEZ

Lunes, 19 de noviembre 2018, 05:45

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El cagón tiene origen aragonés, aunque la globalización y el hecho de que también se venda en los chinos, lo han colocado en los escenarios del nacimiento del Hijo de Dios con toda suerte de caras conocidas: la de Hugo Chávez, la de Putin, la de Messi€, como contrapunto al resto de figuritas que caminan por el musgo hacia el Portal. Y mientras unos creen que el cagón es signo de prosperidad y buena suerte porque fertiliza la tierra, otros creemos que no se puede tener peor gusto, porque el verbo en sí, dentro o fuera de los campos de Belén, suena mal y huele bastante peor. Todo esto viene a cuento de la purga intestinal, vía oral, que hizo en pleno pleno (y se hace obligada la redundancia) municipal la concejal de Ganemos, Pilar Romero. Sin necesidad de enemas y sin pudor alguno, la política sintió la necesidad imperante de replicar a su contrario con un apretón de lo más singular y, ante el estupor de casi todos, abrió la boca y descargó sus tripas cagalares, tal si en lugar de estar en el Consistorio estuviera en una zahúrda. Sí, zahúrda: una voz que según la RAE es de origen germano y viene a significar cercado (hürde) de marranas (sau). La deyección de doña Pilar, quiera verse como una blasfemia o como un vulgar ejemplo, no puede "arromanar" más ordinariez y guarrería. Nos hemos acostumbrado a discursos parlamentarios llenos de disparate y tediosa quejumbre. Pero lo que es inadmisible, es que los dineros públicos estén para llenar la andorga de políticos que luego evacúan el vientre por la boca, con las groserías más malsonantes e irrespetuosas. Las cacas, digan lo que digan, solo son simpáticas en la boca de los niños: ¡mamá, caca! Cuando se es grande y por consideración a los demás, mejor soltarlas en lugares más secretos. Confieso que cuando me enteré de la noticia pensé que se trataba de una broma. Luego el video me dejó tan sucios y apestados los oídos, que hube de sacudirlos con fuerza para librarlos de tanta repugnancia. Además, acababa de llenar de paja fresca la cuna de un Niño Dios precioso que ya me mira desde el porche de mi casa. En el reproductor de música sonaba el Ave María de Gounod. En el aire de la dehesa, las liras de otoño de los pájaros. Y, afortunadamente, todo lo demás comenzó a hacerse lejano, muy lejano. Tan lejano como este modo de hacer política que, siempre en el contrapunto, trabaja por y para la provocación. Qué quieren que les diga. Con o sin dios, ni cagón, ni cagona. Es la única forma de mantener limpia la vida parlamentaria.

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