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El malo de la película

El malo de la película

Alberto Estella

Sábado, 3 de noviembre 2018, 05:45

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Mal presagio comenzar tarde. Desapacible inicio con un sepultado vivo; una lechuza blanca que no puede suplir el mochuelo pardo, que representa la sabiduría griega, la Minerva latina; una momia harto desagradable; ¿sonido directo? y mala vocalización, los pensionistas perdemos mucho diálogo; una banda sonora simplona, con ecos de Carmina Burana. Viendo "Asesinato en la Universidad", deploré que no confiaran su realización al prestigioso músico charro Víctor Reyes, y el gallego-salmantino (además socio de honor del Capítulo Salmanticense de Alumni), Rodrigo Cortés, ya con un enterrado vivo ("Buried"), y éxito de espectadores e ingresos. Vaya por delante que de cine sé lo mismo que de masajes ayurvédicos, que acaban de ofrecerme. Pero tengo audacia, espíritu crítico —a veces excesivo—, y la oportunidad: su estreno en el puente de los Difuntos; con los despojos sin destino del dictador; en la ciudad donde José Cadalso intentó desenterrar a su amada El film tiene planos que semejan un spot publicitario, o un vídeo de promoción turística de la ciudad, magníficos. Por ejemplo, la Plaza desde los soportales de la terraza de las Tapas de Gonzalo o la panorámica aérea de esta hermosa ciudad. Destacaría el plano cenital de la fachada plateresca, siempre filmada en contra-picado. Pero que veamos el Patio de Escuelas con Fray Luis tapado (porque entonces era bachiller) con un nosequé y ardiendo un hereje —creo que ahí no hubo pira alguna—, pues comprendo a Mª Elvira Roca en "Imperiofobia", imputando la leyenda negra de España a los mismos españoles. Una Leonor Watling en el difícil papel de Sherlock Holmes, que a veces está espléndida y otras manifiestamente mejorable, con una infantil doctora Watson de ayudante. El más acertado, Fernando Albizu, de Superior de los Dominicos, a quien le endosan el envenenamiento de quien le levanta la cátedra a su patrocinado, el malo de la película. Hoy hago el papel del malo, Fray Javier de Castro (Chani Martín), feo, de gestos ásperos, porque critico la película que hubiera deseado aplaudir. Por cierto, sorprendente el parecido con el Lutero de mi libro juvenil de religión, gorro incluido, del estudiante de ficción Rodrigo, compañero del alumno distinguido Luis de León. El actor se apellida precisamente Bachiller, Antonio. El joven Fray Luis, Patrick Criado, aunque en un papel comprometido, tiene mucho que aprender. Iñaki Peñafiel le ha echado valor rodando sobre un guión tan enrevesado, un thriller histórico, film de intriga, algo de terror y suspense. Muchos indocumentados hemos visto esas dos obras maestras que son "El nombre de la rosa" (que logró muchísimas ventas de la novela de Humberto Eco), y "La cabina", de los geniales Mercero, Garci y López Vázquez. Podemos deducir que Peñafiel se ha inspirado algo en la primera, y por supuesto en Hitchcock, pero sin acierto (No he visto, ni pienso ver, "El ataúd de cristal", de Zubillaga, 2018). Peñafiel cocina un panaché de difícil digestión, con constantes flash-back del Siglo XXI al XVI, por exigencias del guión, que pretende un final feliz, salvo el infarto del traidor maestro de la investigadora. Con ella averiguando quien fue el asesino, reconciliada con su chico, y Fray Luis en su cátedra comenzando "Decíamos ayer" (les recuerdo que con el "Diremos mañana" es el lema de los 800 años de la USAL, en cuyo honor se ha producido). No puedo pasar por alto el hallazgo, prescindible, de la inscripción hecha por el clérigo sepultado vivo en la madera: ETA (coño, aunque aquí signifique "ego te absolvo"). Hay cosas que no entiendo: un insólito plano o corte vertical del sepulcro, con mucha tierra encima, claro; no sale el botón charro, pero si un hornazo; agustinos en el Claustro de los Reyes de sus históricos adversarios, los dominicos de San Esteban; una toma del Puente Romano, en la despedida de una ramera charra, pero llamada Begoña, y al fondo la arrogante torre de la Catedral Nueva, que entonces no era así; o un accidente en la carretera de Madrid (no en la autovía) que resulta ridículo, contra una vaca disecada que recuerda aquel supuesto "Islero" de Miura que hirió a Manolete, de la caseta de ferias; y las dos investigadoras accidentadas, a las que en maquillaje han pintado heridas y sangrado idénticos, simétricos (eso si, una en el parietal y mejilla derecha y otra en el izquierdo); en fin, la muerte en lo que parece un taller de adobes, de tanto barro y paja por el suelo.Cuando la publique, me someteré a la crítica del sequereño en "El País", Carlos Boyero. Pero de mi entorno, dos dormidos, uno cambió de canal, otro dice bodrio, quien superficial y confusa ¡Qué oportunidad desperdiciada!

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