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El genio de las cloacas

El genio de las cloacas

Julián Ballestero

Jueves, 1 de noviembre 2018, 05:45

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Decía hace poco el zamorano Fernando Martínez Maíllo que Pablo Iglesias era "el puto amo" en España. Y no le faltaba razón, porque aquí mandar, manda el de la coleta, mientras el presidente del Gobierno se dedica a permanecer, que no es poco. Pero se olvidaba Maíllo del otro gran amo de la barraca, que no es otro que José Manuel Villarejo, el perejil de todas las salsas, el genio de las cloacas, el hombre que sabía demasiado, que espiaba a todo quisque, desde lo más alto de la Realeza a lo más bajo de la delincuencia, el presidiario con cuyas cintas se está escribiendo la historia de este país de conspiradores.La carrera del comisario Villarejo arranca en los noventa, cuando espiaba para el ministro socialista Corcuera y pinchaba al juez Garzón y a los periodistas empeñados en juzgar y destapar la trama de los Gal. Su concepción democrática del reino de las cloacas le permitió servir a izquierda y derecha, sin distinción de ideologías ni tendencias. Traicionó a Ignacio González cuando le pidió ayuda para frenar el escándalo de su ático, ayudó al pequeño Nicolás a entrar en los salones del poder grabando a cuantos dudaban de su autenticidad, ramoneó en Gürtel, espió a favor y en contra de Luis Bárcenas (para dolor de Cospedal, pillada ahora en flagrante caso de villarejía), abrevó en el escándalo de los chinos de Gao Ping, colaboró con el Gobierno de Rajoy para chantajear con grabaciones a los golpistas catalanes, e incluso, esto presuntamente, apuñaló a la doctora enamorada de Javier López Madrid, el compi yogui de la Reina Leticia.Con tanto lío, se le olvidaba pagar impuestos y declarar ingresos, aunque hay que disculparle porque en su oficio la turbiedad y la evasión forman parte inseparable de los negocios. Llegó a montar una agencia de modelos con la que conseguía buena ´información vaginal´ de las más altas esferas y sus hazañas fueron aplaudidas por la actual titular de Justicia. Lo extraño es que haya acabado en la cárcel y no de ministro o de presidente de alguna gran empresa pública.Porque Villarejo siempre ha estado dispuesto a servir a la patria, a todas las patrias, a cambio de unos millones de euros. Y una democracia sana necesita un personaje así, capaz de provocar gangrenas en el poder para después reventar los granos de pus de la corrupción. Incluso desde la cárcel puede seguir ayudándonos a resolver algunos misterios. Alguien debería pagarle para que pinche a Albert Rivera, si es que no lo tiene ya enganchado, para enterarnos todos de por qué demonios ha decidido levantar el veto a la tramitación de los supuestos Presupuestos de Pedro Sánchez para 2019, diseñados, como bien sabe el naranjito, para llevar a España a la bancarrota. Hay quien sospecha de un intento de suicidio electoral del compañero de Inés Arrimadas, pero parece una explicación demasiado sencilla.Otro misterio para el rey de las cloacas: ¿le dijo o no le dijo monseñor Parolin a la vicepresidenta Carmen Calvo que el Vaticano estaba de acuerdo en no enterrar a Franco en La Almudena? No hay que descartar que Villarejo y sus secuaces hayan tenido colocado un micrófono en el generoso escote de la vice y algún día lleguemos a enterarnos de la verdad. De momento, ha saltado desde Roma el escándalo de los desmentidos porque el equipo de Sánchez se mantiene firme en su línea de tergiversar cuanto toca. A la lista de grandes apaños socialistas, en la que figuraban los sondeos del CIS, los informativos de la televisión estatal, las cuentas presentadas a la Unión Europea y los currículos ministeriales y presidenciales, se une ahora el intento de amañar los encuentros con la Santa Sede. Y digo intento, porque monseñor salió rápido a desmentir a la número dos del Gobierno. Con la Iglesia hemos (han) topado.Finalmente, también podría hacernos un favor aquí en Salamanca. El detective Villarejo es la única persona, aparte del obispo y la víctima de abusos, que puede saber si don Carlos López le prometió dinero a cambio de su silencio al denunciante salmantino Javier Paz, otro que se topó con la Iglesia, pero en su versión más terrenal y pecadora. Con esa diplomacia vaticana propia de la alta curia, monseñor ofreció al presunto agredido sexualmente la posibilidad de solicitar por escrito una indemnización a la diócesis, al mismo tiempo que le advertía de la inutilidad de la vía civil o penal. ¿Era esa una forma sutil de comprar su silencio? Nos quedaremos con la duda hasta que salgan a la luz más grabaciones de las conversaciones entre ambos, que haberlas haylas, y si no es Villarejo, otro las publicará.

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