Borrar
La cabra tira al monte

La cabra tira al monte

Román Álvarez

Domingo, 7 de octubre 2018, 06:45

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

He leído en este mismo periódico que en Villamayor hay cabras un tanto especiales. Pocas todavía, apenas una familia, ni siquiera lo que en ganadería ovina se denomina hatajo, pero pudieran llegar a rebaño en el futuro. Son cabras de Angora, o sea, Ankara, las originarias de la Anatolia turca que producen el mohair, ese tejido de gran brillo y suavidad tan apreciado en los mercados. La noticia me hizo recordar la visita a una explotación ganadera en Australia donde pastaba un rebaño de más de quinientas cabras de Angora. Lo primero que me sorprendió fue la fisonomía de esa raza, que no se corresponde en absoluto con la idea de cabra tradicional. Casi me recordaba más a una oveja, con esas lanas blancas, largas y rizadas que forman una espesa capa protectora, cubren la cabeza y les tapa hasta los ojos. Se esquilan dos veces al año y, por lo que se deduce de la noticia, en España el rendimiento es bastante menor: unos dos kilos de cada vez, cuando en Australia es el doble. Los propietarios del rebaño me decían que los cinco primeros años de vida del animal son los mejores. Luego la calidad baja y también la cotización del producto, que se usa para alfombras y otras piezas menos finas y elaboradas. Ciertamente, los esquiladores requieren un alto grado de especialización, porque la dificultad de la tarea es mucho mayor que la de una oveja convencional, sea de la raza que sea. Pero el mercado potencial es mucho más apetecible, aunque tenga que competir con otras lanas de lujo, como la de alpaca.Esto de las cabras me hizo recordar las veceras de los pueblos, cuando cada día le tocaba a un vecino cuidar del rebaño comunal y asegurarse de que al final del día todos los animales retornaban al aprisco. Como siempre se ha dicho que la cabra tira al monte, y el rebaño propendía a desparramarse entre riscos y robledales, con frecuencia se perdía algún ejemplar, bien fuera cabra o cabritillo, y era responsabilidad del pastor volver en su busca antes de que los lobos dieran con el pobre descarriado. Había un pastor en mi pueblo a quien nunca se le perdía una cabra. La gente estaba intrigada, pero la estrategia pastoril era muy simple: llevaba la escopeta al hombro y cuando veía que el ganado se dispersaba, efectuaba un disparo y las cabras asustadas corrían a reunirse y apretujarse sobrecogidas por la detonación. No se perdía ninguna, pero ese día tampoco daban leche con tanto susto en el cuerpo.Ahora, investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres han descubierto que las cabras reconocen las diferentes expresiones faciales y emocionales de los humanos y se acercan a quien les sonríe. El estudio se llevó a cabo con veinte cabras y lo publicó la Royal Society. Con razón las de mi pueblo se alejaban del hosco rictus del pastor escopetero.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios