La basura de San Juan

"Quémalo todo. Los malos sueños. Los malos días. Los malos tiempos" En la mágica noche de San Juan, cuando el fuego y el agua se conjuran y la superstición lo invade todo, parece que nadie se quiere quedar sin quemar lo que hay que quemar. Y para eso es preciso, claro, encender hogueras en cualquier parte, saltarlas siete veces en algunos sitios, nueve en otras, bañarse en el mar, lavarse la cara a medianoche etc., etc., etc. En realidad todas son tradiciones bonitas y naturales que incluyen compartir, reírse, hacer un guiño a la madre naturaleza y suspirar porque se nos cumplan los deseos. Por desgracia, esta tradición que lleva siglos entre nosotros y que ahora está más vigente que nunca se ha popularizado hasta tal extremo que ahora parece más una fiesta de litronas que una costumbre ancestral. Si antes los más "creyentes" no incumplían ningún ritual en su afán de que al día siguiente o cualquier otro se obrara el milagro, ahora lo que se lleva es lo mismo que en cualquier otra fiesta multitudinaria: saltar, bailar, gritar, comer y, sobre todo emborracharse. Supongo que a este último extremo, que como en casi todas las reuniones de nuestro país acaba por ser el centro de todas las cosas, debemos achacarle que la madrugada de la noche de San Juan haya dejado en vez de buenos recuerdos, restos de porquería, bolsas de plástico, colillas, botellas Todo el romanticismo que debería haber acompañado a esa noche de fuego y agua quedó reducido no solo a cenizas sino a miles de kilos de basura repartida por toda EspañaLea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más