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Alberto Estella
Miércoles, 30 de mayo 2018, 06:45
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Déjenme que les cuente. En el programa de José Mota, el Aberroncho encarna a una tonadillera que se hace llamar "La martillo" —lleva uno, a modo de peineta, en la cabeza—, que canturrea la copla de despedida de Juanita Reina, "de las de peina y volantes, qué pocas vamos quedando". Se nos van muriendo quienes nos cantaron en la niñez y juventud, dejando huella imborrable. No había youtube, ni spotify ni demás chismes, solo radio de cretona, que en discos dedicados protagonizaban Juanito Valderrama, Marifé de Triana y compañeros mártires. Quedan las grabaciones de quienes, tan grandes, se marcharon demasiado pronto, como Nino Bravo o Cecilia, ambos por carreteras tercermundistas. Y siguen, milagrosamente, un Armando Manzanero, 83 años —"Contigo aprendí"—, o el nonagenario, ¡en activo!, Charles Aznavour —"La boheme"—, además de los incombustibles Raphael y Julio Iglesias. "Toda una vida" mía y de millones de españoles mayorzotes, romanticones. Por eso parece incongruente que se llame Vetusta Morla, la banda indie rock nacida unos minutos antes del siglo XXI. Para vetustos los que seguimos escuchando canción española, que yo creo que sobrevive —por detrás del fado—, gracias a Carlos Cano y "María la portuguesa", o sea, la gran Amalia.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más
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