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Cardos borriqueros

Cardos borriqueros

ISABEL BERNARDO FERNÁDEZ

Lunes, 9 de octubre 2017, 06:45

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La única que se libra de ver este desastre es Ciega. Esa morucha cárdena y resignada que, desde chica, lleva dos noches eternas en los ojos, yendo y viniendo a pasitos cortos por la dehesa, para no coscarse con la centuria de la encina inmoble. Pero la sequía que venimos sufriendo no solo se ve, se rumia. No hay más que ver cómo ensalivan las vacas los cardos. Día y noche de aquí para allá, paciendo una escara aterruñada que nos tiene preocupadísimos a los hombres y mujeres del campo. Ni siquiera los disgustos que vienen dándonos los tercos catalanes, ha podido relajarnos el gesto. Los cielos están peligrosamente escampados y los campos sellados, con una aridez africana tan insólita como ruinosa. Metafísico estáis, volvería a poner hoy Cervantes en la voz del corcel Babieca en su diálogo con Rocinante. Es que no como, volvería a responder el jamelgo. A los ganaderos salmantinos les duele ver a sus animales reblandeciendo cardos borriqueros cuando deberían estar entreteniéndose con las golosuras del otoño. Las cuentas corrientes se vacían cada mañana un poco más, un poco más, desde el remolque del tractor y las dispensadoras de pienso. Hay que mantener las vacas gordas que ha comenzado la parición. Y al terminar la jornada, unos y otros regresan a casa, para ver qué dice "la mujer del tiempo" (porque en esto, como en muchas otras cosas, las féminas han tomado el mando). Déjate en paz de hablarme de catalanes, Paca, y escucha, que hay que estar a lo que hay que estar. Porque ya la meteoróloga saluda y sonríe desde dentro del televisor. No sé qué es lo que le hace tanta gracia a esta muchacha, Paca. Y luego la de la tele comienza a hablar y a pasearse por el mapa, ora por la derecha, ora por la izquierda€ ¡Nada de nada! Por más que brinca y manotea esta corza, no nos quita la calentura. ¡Cago en la mar! Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más

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