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Marta Robles
Martes, 20 de junio 2017, 06:45
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No sé si Macron es el hombre perfecto, pero lo parece. Y no solo por esa pinta de chico reluciente, europeista, de razonable optimismo y enorme amor a su país, sino también porque, según su madre, "Laetitia Casta podría desnudarse delante de él y no pasaría nada". O lo que es lo mismo, que él es un hombre fiel y devoto a su adorada mujer, veinticuatro años mayor que él, a la que jamás unió interés alguno, pese a la diferencia de edad, que no fuera el amor. Para quien desconfíe de las relaciones con tantos años de distancia, hay que decir que, al menos, en este caso, se empeñe quien se empeñe, no hay dineros posibles o imposibles de por medio, como los que se señalan en las historias "amorosas" de tantas jovencitas entregadas al brillo del poder o de los diamantes. Sin embargo, pese a la supuesta perfección de esta historia de amor verdadero que tiene subyugados a los franceses, a los europeos y al mundo entero, lo cierto es que a las que tenemos hijos cercanos a la edad en la que el ahora presidente se enamoró de sus profesora, se nos ponen los pelos como escarpias solo de pensar que una mujer veinticuatro años mayor y encima con marido e hijos, se pueda chiflar por nuestro niño -a los quince años se está en plena efervescencia adolescente, pero permanecen infinitos rasgos de la niñez-. No es que a mí no me guste la señora de Macron, Brigitte para más señas. Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más
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