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Alberto Estella
Sábado, 1 de abril 2017, 06:45
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La semana ha sido pródiga en debates sobre los modales, las maneras de ejercer el parlamentarismo. El lunes abrió fuego Pablo Iglesias en la presentación de un libro, defendiendo el uso en las Cortes de la gramática parda, las expresiones golfas, los improperios, las palabras gruesas, en suma, los insultos. Eso sí, defendió el castellano „en la librería "Blanquerna"„, porque para ofender, dijo el coletas, es más útil y más rico que el catalán. Hizo un perfecto autorretrato de su personalidad y su estrategia. De ahí los millones de votos que acarrea, entre los que cosecha demasiados que solo conocen el lenguaje de los denuestos, y cuya única gramática, que saben y abrazan, es la parda oscura. Anoche, en una encuesta en la televisión, uno de los entrevistados, de aspecto formal, defendió el empleo del insulto en el parlamento, "porque hay democracia y es libertad de expresión". Lo malo es que conocemos demasiados individuos que piensan como él. Si se me permite remedar la célebre frase de la revolucionaria Madame Roland, diré ¡libertad de expresión, cuantos delitos se cometen en tu nombre!.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más
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