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El hipopótamo Gustavito

El hipopótamo Gustavito

Román Álvarez

Domingo, 19 de marzo 2017, 05:45

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Gustavito nunca le había hecho daño a nadie. Gustavito hacía las delicias de los niños con sus bufidos y chapoteos. Como su predecesor, Alfredito, hacía las delicias de los papás de esos niños. Como la elefanta Manyula había hecho las delicias de los abuelos de esos niños. Gustavito vivía feliz sumergido en su piscina de dos metros de profundidad y salía de ella para contonearse ante los ojos de los visitantes del zoo de San Salvador, al que había llegado a finales de 2004. Ciertamente, los primeros días fueron un tanto traumáticos, tras el largo viaje y el encuentro con un entorno poco familiar. Lo habían separado de la manada, y eso se notaba en su talante melancólico y deprimido. Los cuidadores estaban preocupados porque durante varios días se negó a comer, hasta que un técnico mexicano dijo que ese comportamiento era normal tras un proceso de estrés. Por otro lado, Gustavito estaba a punto de cumplir dos años de edad y no tardaría en sentir los naturales impulsos de una sexualidad a punto de despertar. En ese sentido, el panorama en el zoo no era, precisamente, gratificante ni esperanzador. Puro celibato.Con todo, comenzó a deambular por las noches, cuando creía que no lo vigilaban, y poco a poco se adaptó a una vida tranquila en la que se le premiaba con casi quince kilos de pasto, soja, maíz y minerales, que él devoraba con fruición. Comenzaba a sentirse como en casa.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más

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