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Algo ha comenzado a moverse

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Juan Antonio García Iglesias

Miércoles, 4 de diciembre 2013, 05:45

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Las obras de electrificación de la línea férrea entre Medina del Campo y Salamanca ya están en marcha. Han llegado con muchas décadas de retraso, pero han llegado, que es lo importante.En esto de los ferrocarriles poca historia tenemos, además, cuando no trágica, de escasa entidad, vamos, poco menos que de vagón de cola. Tal vez el hito más importante anterior a este que la ministra de Fomento, Ana Pastor, realizó anteayer con su presencia en Medina del Campo, acuñando así la trascendencia de estas obras, lo protagonizó el general Primo de Rivera, por entonces dictador del Reino, cuyo trono calentaba Alfonso XIII, el día que inauguró la línea Salamanca-Ávila, que nos acercaba a Madrid evitando el transbordo en Medina, hasta entonces vía obligada para viajar a la Villa y Corte. Desde aquel día nos olvidamos de Medina, hasta ahora, que volverá a recuperar su papel de enlace.Recuerden el testimonio que en forma de libro ["Dos días en Salamanca"] dejó de su viaje a nuestra ciudad Pedro Antonio de Alarcón, viaje que le propuso hacer a un grupo de amigos justo un mes después del 8 de septiembre de 1877, día en el que llegó a Salamanca Alfonso XII para autorizar „tal como quedó escrito„ con su presencia la inauguración del ferrocarril a Medina, el mismo que se está ahora electrificando. Pedro Antonio de Alarcón y sus amigos viajaron con la única idea de ver Salamanca antes de que, por razón de ornato público, la sacudan el polvo de los siglos [...] antes de que la reformen, antes de que la mejoren, antes de que la profanen [...] ¡A Salamanca mañana mismo!, y sin pérdida de tiempo en camino se pusieron al día siguiente.Salieron de Madrid a las nueve y media de la noche y llegaron felizmente a Salamanca a las nueve y media de la mañana. Total, doce horas de viaje, que una vez que electrifiquen la línea serán ochenta y cuatro minutos, o sea, diez horas y treinta y seis minutos menos para ir y venir en tren entre la capital y nuestra ciudad, a la que no acaban de sacudirle el poco polvo de los siglos que todavía le queda.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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