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El bobo, como el ladrón

El bobo, como el ladrón

JUAN ANTONIO GARCÍA IGLESIAS

Jueves, 29 de agosto 2013, 06:45

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COMIENZO el escrito rematando el título para darle significado, ya que tal cual se lee puede que a muchos no les diga nada: El bobo, como el ladrón, cree que todos son de su misma condición, es decir, el bobo que todos somos bobos, y el ladrón que todos somos ladrones.Hoy el asunto no va de ladrones, sino de bobos, abundantísimos también en la política, por ser un espacio en el que no encuentran límite de cabida ni de participación. Muchas veces nos preguntamos al oír explayarse a un político, ¿pero este bobo qué se cree, que somos todos bobos? Pues si, estoy convencido de que se lo cree, y dice lo que dice precisamente por eso, por bobo.Acaban de volver de vacaciones y ya tenemos ejemplos muy recientes de políticos muy cercanos que confirman lo de "el bobo, como el ladrón...", dando rienda suelta a sus limitaciones y clamorosas carencias en su discurso, por las bobadas que dicen a quienes creen bobos de solemnidad. Posiblemente quien más se esté destacando, porque no para desde que volvió a la rutina cotidiana, sea el Secretario de Organización del PSOE, portavoz socialista en las Cortes de Castilla y León, número tres de Rubalcaba, etc. etc. etc., Óscar López, que da de sí lo que da de sí, ni una pizca más, que es bastante poco. Se esfuerza en hacer su papel y lo hace como sabe hacerlo, a su manera, o sea, con su habitual torpeza, porque López, más que bobo, es torpe. Lo viene demostrando desde que pisa tablas..., aspirante sin recato a presidir la Junta castellanoleonesa. Cierta ambición le empuja tal vez demasiado y no es malo que ambicione, lo malo es que otros más torpes que él le den la safisfacción de auparle al cargo ambicionado, siendo este el riesgo de esa ambición, no otro, porque ¿se imaginan ustedes a este hombre presidiendo la Junta de Castilla y León? Yo sí.El poder tira mucho, hay quienes no resisten al tirón y se arrastran por conseguirlo [o simplemente por acercarse a él y sobrevivir a su amparo] lo que sea necesario. Pero tiene un límite, el de la dignidad, que a no todos frena o, mejor dicho, a casi nadie, por lo que no se paran en barras, siendo en muchos casos los menos dotados para todo, gente de la que solemos decir no tiene donde caerse muerta.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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