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Valdesangil mantiene al mismo párroco desde hace casi seis décadas

Valdesangil mantiene al mismo párroco desde hace casi seis décadas

Agustín Jiménez, conocido como 'don Agus', señala orgulloso: "Soy el decano y el que más años lleva"

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Martes, 16 de enero 2018, 18:47

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Han pasado cerca de 57 años desde que un joven Agustín Jiménez, natural de la localidad cacereña de Peraleda de la Mata cantara misa con 24 años. Lo hizo en junio de 1961 y llegó a su primer destino en octubre de ese mismo año. Un destino que 56 años después, ya camino de 57, sigue ostentando y sin ganas de dejarlo: la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios de la pedanía bejarana de Valdesangil. “Soy el decano y el que más años lleva”, explica a sus cerca de 83 años. Lo es en la Diócesis de Plasencia y uno de los más mayores en activo de toda la provincia de Salamanca. A esa parroquia y a ese pueblo ha dedicado don Agus, como cariñosamente se le conoce en el pueblo, todo este tiempo. No han sido los únicos templos por los que ha pasado, pero siempre se ha considerado como párroco de Valdesangil ya que ha sido el destino del que no se ha movido nunca. “Si estoy aquí es sólo exclusivamente porque yo quiero”, señala el párroco al explicar que ha tenido propuestas para hacerse cargo de otras parroquias y añade: “Pensar que tenía que decir adiós a los de Valdesangil me aterrorizaba. Creo que he dejado huella y no he perdido el tiempo”. Y claro que no lo ha perdido porque, en el tema religioso, por sus manos han pasado padres e hijos, ha casado a unos y a otros, bautizado a varias generaciones y celebrado ya, incluso, las bodas de oro de la primera pareja que casó. El próximo día de San Antón, 17 de enero, cumplirá también 44 años como coadjutor de la parroquia bejarana de San Juan después de haber ejercido también en Navalmoral de Béjar y Fuentebuena -después estuvo en otros pueblos también como Vallejera-. En el caso de San Juan, recordaba, trabajó siete años con Ciriaco Benavente, otros siete con Antonio Martín y veinte más con Francisco Rico Bayo, que dejó la parroquia para ocupar el cargo de vicario general de la Diócesis de Plasencia. Después llegó don Miguel, con el que ha trabajado trece años hasta su retirada de primera línea el pasado mes de noviembre y, desde entonces, es compañero de Roberto Hernández. “Todos han sido buenos amigos míos y me han tratado muy bien. Los tengo que agradecer muchísimo”, relata, aunque, desde luego, donde se encuentra con gente “como si fuera mi familia” ha sido en Valdesangil. Allí vive y allí ha desarrollado mucha labor pastoral, cultural y social.Se empeñó en la restauración de los retablos y los consiguió y se empeñó en unir al pueblo a través de celebraciones, como fiestas o teatro, y lo consiguió. Así, señala: “Me propuse que este pueblo viviera unido y fuera consciente de sus valores y lo he conseguido. Es un pueblo acogedor, trabajador, con una calidad grande en todos los sentidos”. Lo dice un hijo más del pueblo ya que desde hace cerca de siete años cuenta incluso con una plaza en su honor, muy cerca de la iglesia y de la casa parroquial donde reside y a donde acude la gente cuando le necesita. Por eso, añade: “No tengo motivos de haberme portado mal con nadie” y lo pone de manifiesto al señalar cómo “jugaba con los muchachos cuando era joven, sustituía a los maestros, en la catequesis, en las excursiones o en ayudarles a que se divirtieran”. Su intención era conseguir “reunir a la gente” y para ello, si hacía falta “se celebraba una fiesta que no se existía o se reinventaba”. Y pone como prueba de ello la fiesta grande de agosto y la chica, con el reparto de caramelos y golosinas, o las celebraciones que en cada época del año tenían lugar en Valdesangil: “Una fiesta por la Pascua, en el invierno el chorizo, la de la Vega o la de San José Obrero”. “Todo como si fuesen familia mía”, concluye.

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