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La Ruta del Contrabando: caminando por La Raya

ANTONIO CASTAÑO

Sábado, 15 de julio 2017, 21:20

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Está Navasfrías situado en el vértice de ese triángulo caprichoso que trazaron los geógrafos al delimitar las provincias. Con razón es el pueblo más alejado de la capital, 140 km, prácticamente la diagonal del polígono irregular que es la provincia de Salamanca.Llegar hoy desde Ciudad Rodrigo, es un paseo que nada tiene que ver con aquella carretera llena de curvas invadida por los robles. Pasando Casillas de Flores, a pesar de la especial sequía que estamos sufriendo, se nota que nos acercamos a uno de los pueblos de España donde más llueve. Las orillas del Águeda, muestran de vez en cuando pequeños prados de hierba verde, transmitiendo una sensación de frescor, que nos hace olvidar el pasto ya agostado que hemos ido dejando atrás.Da alegría llegar a un pueblo, donde aún se mantienen productivos gran cantidad de huertos y huertas, las patatas uno de sus cultivos estrella están en su apogeo, si el agua no se acaba y las respetan las tormentas, se augura buena cosecha.Teníamos como objetivo de la ruta llegar hasta el nacimiento del río Coa en Portugal. Es normal que con tantas precipitaciones, estas tierras den origen a dos ríos que curiosamente se unen poco antes de desembocar el Águeda en el Duero.Hay una vegetación exuberante rodeando el pueblo formada por robles y castaños centenarios, que han transformado los caminos en auténticos túneles vegetales, por lo que caminar a primeras horas de la mañana es una sensación muy agradable. De vez en cuando, prados cercados unos con pasto aún verde, otros ya secos después de haber sido guadañados, unos con vacas, otros sin ningún tipo de presencia animal.Hemos tomado uno de los numerosos ramales que debe tener la ruta de los contrabandistas, aunque quizás entonces hubiera uno por el que se comercializaba con mayor intensidad. Subiendo hacia lo alto para coger el camino que se dirige a las minas, reflexionaba sobre lo que debió suponer el contrabandoSiempre ha existido en el alma humana un espacio para coquetear con la trampa, con el engaño, unos más que otros, pero a veces invadir los límites de la legalidad produce unos niveles de adrenalina que superan las posibles ganancias económicas que pueda aportar la trampa.Sí que es cierto, que a veces las necesidades son tan grandes que no hay más remedio que superar esas barreras para poder sobrevivir, y esto es lo que les pasaba a muchos portugueses y españoles que en los años 50 y 60 cruzaban la frontera para comprar y vender, principalmente café y tabaco, de forma irregular.Los contrabandistas, escribían día a día páginas llenas de autenticidad, por estos tortuosos y oscuros caminos, arriesgando sus vidas para ganar un puñado de monedas y así poder sobrevivir.Desde esta ruta, los contrabandistas se dirigían a los distintos pueblos de la zona, donde tendrían sus correspondientes enlaces para conseguir la distribución de la mercancía, sorteando a la guardia civil.La ruta los contrabandistas en Ciudad Rodrigo empezaba en el Teso de María de la O, en aquella época completamente pelado, pues se sembraba de trigo, dónde sólo pequeñas carrascas, retamas o montones de gorrones podían servirles de baluartes defensivos. Superada la bajada de la ladera este del teso, se adentraban en las enormes zarzas que delimitaban el canal de riego de las huertas, si conseguían esquivar a los guardias civiles, bajarían a toda pastilla por la raya de Pedrotello para meterse en el regato del Bodón, en aquellos años estaba cubierto por una auténtica bóveda de sauces, mimbreras, chopos, zarzas, que lo convertían en un espacio natural casi inexpugnable. Allí permanecían escondidos dentro del agua con su saco de café o tabaco a la espalda, esperando la noche o el momento que consideraban propicio, para dar el asalto a la última etapa, llegar regato abajo hasta el pueblo contactando con sus emisarios y así entregar su tesoro.Recuerdo más una vez cómo en medio del charco del regato, a las puertas de la meta, terminaba su aventura, los guardias civiles empleándose muy a fondo, los detenían, a veces ateridos de frío, a veces sin su botín, que habían conseguido ocultar antes de que llegasen los civiles.Con esta reflexión, la invasión de mariposas de todos los colores y los helechos de un verde intenso que de vez en cuando nos ayudaban a espantar los mosquitos, alcanzamos el tramo más largo de la ruta de los contrabandistas. Ella nos llevará en un abrir y cerrar de ojos a Portugal, los molinos eólicos portugueses marcan frontera.Cambia el paisaje portugués, la repoblación es un ejercicio en el que los portugueses sacan buena nota, las laderas por el fuego abrasadas, pronto se decoran con bancales con sus pequeños plantones. Es de llegada fácil el nacimiento del Coa, con pista asfaltada incluida, quizás por ello desilusiona un poco más. A veces viajar incluye el ejercicio de la imaginación, esta mañana debimos practicarlo y rebuscar en la ladera de la sierra de la Mesa, para encontrar un pequeño charco de agua donde arranca el viaje del río. Entre tanto buscar encontramos al primer gran habitante de su ecosistema, lo va a pasar mal este verano.Arranca el río valle abajo en busca de su primer pueblo. Es Foios un pueblo blanco de tejas rojas sobre un escenario verde, como una gran mayoría de pueblos portugueses, donde sus flores le dan una alegría que no tiene los pueblos del otro lado de la Raya. A pesar de ello, tampoco han conseguido que se fije población. Pronto en las rutas habrá que señalar la presencia humana como ahora se ponen fotos.Dejamos para otra ocasión acercarnos al pueblo, que divisamos desde la carretera con la sierra de la Estrella al fondo. La gran generosidad de los portugueses se demuestra en un gran cartel, donde anuncia una serie de pueblos del Rebollar que conviene visitar, entre ellos Robleda, para satisfacción de Chema.Cogemos una carretera por la que los viajeros más importantes son las zarzas que avanzan como culebras hacia la mediana, el fin del asfalto anuncia la entrada de nuevo en España, esta España tan nuestra, que hasta en los caminos marca diferencia.Bajamos por una pista un tanto antipática, con eucaliptos incluidos, deseando alcanzar de nuevo el camino, el Jálama muestra su peor cara, con una ladera estirada al máximo que lo desfigura por completo, las lagartijas autóctonas se paran a observarnos, en el cielo azul los milanos activan su GPS . El de Chema ha funcionado a la perfección haciendo una ruta circular entre bosques de robles, pinos, castaños, abetos, sin dudar, a pesar de la complejidad de caminos y pistas forestales.Llegamos al coche cuando el sol comenzaba a atizar, nos recibió una vecina muy amante de su pueblo, celebró que hubiéramos realizado la ruta, era una mujer entusiasmada con la comarca, dedicada a la comercialización de los productos que crían estos bosques. Quizás hayan sido los mejores sustitutos económicos del contrabando, que al igual que él deben viajar, siendo perfectos embajadores de esta comarca del Rebollar, tan alejada, pero tan hermosa.

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