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Geño y su kiosko: un toque dulce en la vida de los farinatos 

Geño y su kiosko: un toque dulce en la vida de los farinatos 

ANTONIO CASTAÑO

Miércoles, 30 de mayo 2018, 23:35

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Conozco a Geño desde hace muchos años, cuando subía por la Colada camino del instituto, pues sus padres vivían al comienzo de Las Tenerías. Otras veces estaba en el bar de Tabeque, su abuelo, donde como reconoce siempre estaba trajinando. Su enorme capacidad de superación y lucha ante las dificultades que la vida le puso desde pequeño, me han llamado siempre la atención, sintiendo una gran admiración por una persona con la que tuve el gusto de charlar el pasado domingo, mientras la tormenta hacía de las suyas. Es admirable la amabilidad con que siempre despacha por la pequeña ventana del kiosko a quien se acerca a comprar, pero es mayor aún, cuando lo tienes enfrente, de cuerpo entero, charlando un poco de su vida, de su negocio, el porqué, casi sin quererlo, se ha convertido en un personaje popular y querido en nuestra ciudad. Nacimos en la misma década y ello nos permite partir de un entorno común, recordando y analizando la evolución de la vida en la ciudad. Está situado, el kiosko de Geño, en uno de los espacios más importantes de convivencia que tenemos, siendo él artífice durante 38 años de haberlo promocionado constantemente. Heredero natural del kiosko de Felipe, aquel señor de lentes a punto de caerse, que con su guardapolvo llevaba el fardo de periódicos bajo el brazo para repartirlos por las casas. Hoy una de las chicas (compañeras cuando él las nombra) los reparte con la moto. Varias veces me comenta Geño lo agradecido que está a su familia por el apoyo que le han dado en todo momento, siendo el apoyo necesario para sacar adelante su proyecto de vida. Habla con especial cariño de su paso por la escuela, en los diferentes colegios donde estudió, deteniéndose especialmente en el de Martiherrero en la provincia de Ávila. Es evidente que en ellos, además de en su familia adquirió magníficas habilidades para desenvolverse de manera brillante en la vida. Quizá por ser buen lector, además de otras circunstancias de ese momento, le llevaron a tomar la decisión de gestionar este kiosko, una vez que no fue posible por las condiciones requeridas, el de la estación de autobuses, abierta por aquellos años. Gran memoria la de Geño, muy bueno su cálculo mental para en muy poco tiempo encontrar las chuches, hacer multiplicaciones, sumas, dar vueltas. Y si el cliente tiene dudas, siempre está su explicación detallada.Conoce y es conocido por mucha gente, por la que se siente querido. Un sentimiento que se ha ganado por su gran profesionalidad y sus dosis de amabilidad. Me confiesa que sigue el consejo de su padre: al llegar a un lugar, lo primero que tienes que hacer es saludar a toda la gente. Y vaya que si lo cumple a rajatabla, solo hay que verlo al llegar todos los días a la residencia a ver a su madre. Por otra parte, vende chucherías, helados, tan necesarios a veces para endulzar los amargores que la vida te va poniendo. Y vende prensa, revistas, que forman parte del tiempo de ocio, dos buenos ingredientes. Según Geño, la llegada de internet, ha supuesto un gran cambio en los hábitos de la lectura de la prensa. Desde su puesto de mando, comprueba que el barco de la lectura lleva cada vez menos pasajeros. Ha disminuido el número de ejemplares que se venden, donde destaca La Gaceta de Salamanca como el periódico más vendido con diferencia respecto de los diarios deportivos. En estos casi 40 años, muchas cabeceras han desaparecido, menciona a Pueblo, Diario 16, Informaciones, El Adelanto, Triunfo, Cambio 16, Interviu,? También han disminuido los lectores de las revistas, recuerda años en los que semanalmente vendían 50 Intervius. Es modelo de emprendedor nuestro protagonista, un emprendedor, que a pesar de tener que dedicar mayores dosis de esfuerzo para ir superando barreras, reconoce que no ha disfrutado de ayuda o ventajas, lo que aún hace más grande su leyenda. Cuando el wifi se fue convirtiendo en una obsesión, una nueva necesidad al caminar por la calle, ahí estaba Geño, proporcionándola de forma gratuita, un detalle que dice mucho de su visión de negocio y de su corazón altruista. En el mundo de las chuches también se han producido grandes cambios en las cuatro décadas de kiosko. Desapareció la venta a granel, las medidas sanitarias, higiénicas, la supervisión constante obligan a tenerlo todo en perfecto estado. Da gusto ver un espacio tan pequeño, donde está todo aprovechado y colocado. Desde fuera parece un poco agobiante, él reconoce que está a gusto y muy bien adaptado. Solo hay que verlo cómo controla, saca cajas, abre, cierra, hace la cuenta. Impresiona cómo hace de bien su trabajo. Le pregunto si le resulta duro trabajar en un espacio tan pequeño, donde pasa tantas horas, todos los días de la semana, y me contesta con una gran sonrisa, diciéndome que desde pequeño le encantó trabajar, tener siempre actividad, así se montaba en el camión con su padre acompañándolo en sus viajes o se iba a echarle una mano a su abuelo en el bar. Seguía lloviendo a cántaros, no pudimos hacer la foto. Volví al día siguiente, me demostró sus grandes dosis de paciencia, tan necesarias para atender a niños y mayores, donde a veces a la hora de pedir, ante tantos estímulos positivos, se le va la olla y ni saben lo que quieren. Reconoce, que salvo alguna oveja negra, la mayoría de sus clientes son gente educada. Debajo de unos tilos a punto de estallar e inundar de uno de los olores más suaves que uno pueda encontrar en la ciudad, le hice unas fotos, agradeciéndole mucho que me hubiese permitido robarle su tiempo para atenderme. Tenía ganas de sacar por esta ventana un relato sobre Geño. Estamos rodeados de tantas noticias con tantas aristas negativas, que es necesario dar voz a personas que sin hacer gala de nada, llevan a cabo un proyecto de vida, que es un modelo para muchos. Por supuesto que Geño es uno de ellos.

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