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J. García
Salamanca
Martes, 12 de noviembre 2024, 07:00
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Cuando acudes a un partido de fútbol base salmantino encuentras oleadas de vítores y aplausos con los jugadores de ambos equipos, en algunos casos, pasajeras correcciones desde la grada. Sin embargo, dentro de ese campo no solo hay 22 jugadores (en el caso de fútbol 11) en formación, también los colegiados son protagonistas de esta etapa donde jugadores y árbitros están obligados a fallar en sus primeros pasos para aprender. La valentía de jóvenes y mayores en el colegio arbitral salmantino es mayúscula ya que hemos crecido en un ambiente con la crítica al árbitro bajo el brazo.
Vemos como en la categoría benjamín un colegiado de corta edad tiene que escuchar: «Eres un payaso» o, escasas semanas antes, un árbitro de la categoría cadete se ve obligado a solicitar la presencia policial ante los graves insultos de un aficionado y uno se pregunta, ¿merece la pena esa valentía o habrá jóvenes que quieren unirse al mundo arbitral? Pues Elena Ruiz y Alonso Hernando, ambos de 12 años y los más jóvenes del colegio arbitral charro, confirman que la valentía no tiene edad y los más pequeños no se van a dejar amedrentar por personas que se hacen llamar aficionados. «Siempre me ha gustado el fútbol, es cierto que no se me daba muy bien, pero me encanta ver partidos y por eso me inicié», inicia Elena Ruiz, que afronta su primera temporada como colegiala. A su corta edad desprende veteranía en cada una de sus acciones al mando del partido, y buena parte de la culpa la tienen los 'veteranos'.
Esther Benito y José Romero 'Tote' son los árbitros más longevos del colegio salmantino, y a sus espaldas tienen años y años de experiencia en los campos charros. «Empecé en el año 1995 y por sigo aquí porque merece la pena. Cada fin de semana, si no tengo partido, pues ya siento como que me falta algo», cuenta Benito. En la misma línea, después de 36 años en el arbitraje 'Tote' recuerda como «un anuncio en la prensa» cuando tenía 19 años le hizo un adepto del mundo arbitral. «Fue una muy buena decisión, además, he vivido todos los cambios tanto a nivel de instalaciones cuando solo se jugaba en campos de tierras, como de categorías que no existían como la de Aficionados o prebenjamín», recuerda.
Ambos observan a los dos jóvenes árbitros con añoranza por su edad, pero con la sensación de que el arbitraje está en muy buenas manos. «Obviamente que hagan ese tipo de cosas desde la grada no gusta, pero yo me meto en mi burbuja y no escucho nada de eso», explica Ruiz. Algo similar cuenta 'Tote' cuando recuerda que él fue el padrino de Alonso en su debut. «Siempre les digo que se tiene que equivocar lo menos posible, pero es ahora cuando se tiene que equivocar, porque es lo más normal». Tanto Elena como Alonso escuchan a los 'mayores' e intentan trasladar sus consejos al campo, aunque como reitera Elena Ruiz lo «importantes es pasarlo bien".
Estos veteranos atrapados en el cuerpo de niños esperan, al igual que el resto, que llegue el sábado para salir al campo, sin embargo, en ocasiones, reciben una imagen muy diferente a la que viven los jugadores.
Los múltiples episodios vividos por los árbitros en las últimas temporadas obligaron al colegio arbitral salmantino a cuidar de los suyos mediante diferentes medidas con el objetivo de alejar la violencia verbal o física de la figura del árbitro. En los últimos coletazos de la temporada pasada, el Comité de Árbitros de la Real Federación de Castilla y León de Fútbol proponía que los colegiados menores de edad portasen un brazalete blanco. Bajo el lema: «El respeto no tiene edad, el brazalete es para ellos, los valores para todos», la Real Federación Española de Castilla y León accedió y el brazalete saltó al fútbol base. Con el símbolo de -18 en el brazo, los árbitros menores de edad saltan al campo con el objetivo de «sensibilizar e informar para evitar cualquier tipo de violencia verbal o física hacia los colegiados menores, en todos los terrenos de juego de fútbol base castellano y leonés».
Una vez creada la medida, algunos se preguntaban cómo era posible llegar a ese punto, mientras que otros se aventuraron a predecir que las violencias verbales desaparecerían. Pero, solo unos meses después, esas despreciables actitudes se siguen viendo en el fútbol base. Dando un paso más allá, el Comité de Árbitros de la federación territorial ofreció la herramienta ya creada del protocolo de violencia verbal. Un protocolo que «sigue los mismos pasos que el protocolo contra el racismo o contra la xenofobia y está resumido en tres pasos», comenta Alfonso Vicente, delegado arbitral del colegio salmantino.
«El primero sería si hay una conducta inapropiada que no sea extremadamente grave. En ese momento se para el partido, el árbitro va, habla con el delegado de campo y le indica que esas personas, si están identificadas, tienen que ser desalojadas de la grada, siempre y cuando sea en una instalación municipal». En el caso que los insultos y vejaciones no persistan, ello daría a un segundo paso. «Se manda a los jugadores al vestuario y se suspende momentáneamente el partido. Ahí ya sí que tiene que ir la fuerza pública porque ya es una situación más grave y debe ser el club local junto a las fuerzas de orden público las que deben garantizar que el partido se puede seguir celebrando», explica Alfonso Vicente. Llegado el caso, si el individuo continúa, el colegiado tendría que activar de inmediato el paso tres del protocolo. «Si los hechos tienen una gravedad suficiente como para ello se suspende definitivamente, y se acabó», explica Alfonso Vicente.
Por su parte, los clubes de la base empiezan a cansarse ante el chorreo de dinero que genera este tipo sanciones. Por ello, algunos presidentes obligarán a los infractores a pagar este tipo de multas ya que «no vamos a pasar una».
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