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Si había un escenario en el que Unionistas podía hacer terapia de choque tras sus lejos del Reina Sofía —en Ourense y Amorebieta, para ser más exactos—, este, sin duda, era Espiñedo. Por la tremenda goleada que encajó en este escenario hace justo un año menos tres días el conjunto blanquinegro. Aquel 4-0 lo recordó Ponz hasta la saciedad. Y lo sufrió Llácer en primera persona; que tuvo que estudiar el modelo Jardiel hasta la saciedad para devolvérsela en el último choque de Liga del curso pasado. Como así sucedió. La terapia, sin embargo, acabó de salir a medias: pues Unionistas no sufrió ni ese varapalo de la temporada anterior ni los dos últimos fuera de casa, pero tampoco logró ganar.
No sólo por eso el encuentro de este viernes era un verdadero test de estrés para Unionistas. El segundo puesto en la clasificación con casi media primera vuelta disputada era una piedra de toque mayor para el conjunto de Llácer, al que le costó entrar en el encuentro. O al menos cogerle el aire; principalmente porque Iano entró por la banda derecha sin ningún tipo de oposición. Ni de problema. A Unionistas no es que se le aparecieran los fantasmas, pero sí que le costó dar con la tecla de cómo parar al físico lateral gallego. Que finalmente lo acabó haciendo redoblando esfuerzos entre Álvaro Gómez y Baz. Pero, sobre todo, dando un paso adelante con Rabadán al frente del timón. El centrocampista madrileño zarandeó a sus compañeros raseando un balón cuando las piernas parecía que flaqueaban tras una recuperación de muchos quilates. En ese preciso momento, el conjunto blanquinegro cogió la confianza que le faltaba y rápido mostró esa cara que es ya tan reconocible de trenzar jugadas de ataque en muy pocos toques. Primero vino un centro de Álvaro Gómez por la banda derecha que cazó Diego García sin mayores problemas, sobre todo porque Llácer prescindió de Gorka Santamaría de inicio, después le siguió un zapatazo de Iñaki tras otra acción deletreada por la banda derecha, que si llega a ir entre los tres palos habría sido inatajable para el meta gallego por la tremenda potencia que alcanzó el esférico en el golpe. Y luego ya vinieron dos acciones de gol de verdad: Diego García sacó una mano derecha prodigiosa abajo a Rabadán, que había pisado área como un verdadero panzer, y después suspiró aliviado cuando la jugada de trenza mejor hilvanada de toda la primera mitad la estrelló en el lateral de la red Álvaro Gómez.
Tuvo un acercamiento último Unionistas antes de que se llegara al descanso en las botas de Jonny, que no fue tan clara como las dos ocasiones anteriores del equipo de Llácer, pero porque la defensa del Arenteiro le adivinó el pase de la muerte al delantero de la Vall, que había firmado una acción personal deliciosa.
El descanso no le vino bien al equipo de Llácer, que se destempló tras el paso de vestuarios y le costó un cuarto de hora en arrancar. Iván Martínez sostuvo a su equipo durante ese tiempo no con intervenciones superlativas, pero sí con acciones que sumadas tuvieron su valor. Pasado el susto, Unionistas se dedico más a evitar un nuevo sofocón que a buscar la meta contraria, entre otras cosas porque Jonny y Dani García no comparecieron en la segunda mitad. La ocasión más clara de los blanquinegros este segundo tiempo fue una falta lateral que había recibido Álvaro Gómez y Carlos García mandó por encima del travesaño de manera imprecisa. Trató Llácer de encontrar el colmillo perdido en ataque con la vuelta a los terrenos de juego de Rastrojo y Gorka Santamaría, y aunque Unionistas tuvo algo más de punch, no fue suficiente para que llegara la primera victoria a domicilio del curso para el equipo de Llácer.
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