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El Unionistas tumba al Deportivo y da un paso de gigante por la salvación (2-1)

Losada y Christian Santos dan la vuelta al tanto inicial de Soriano para un conjunto gallego que jugó 38 minutos con 10

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Sábado, 1 de abril 2023

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Cruzar uno de los siete puentes que unen las dos mitades de Salamanca quebradas por el río Tormes supuso ayer un escape room mental complejísimo. Es que no parecían ni la misma ciudad. Del incienso y la pureza de los hábitos enrollados sobre el brazo derecho haciendo penitencia dentro del más absoluto orden, al colorido y el griterío ensordecedor de la lengua humana que ascendía por San José hacia el barrio de La Vega en dirección al Reina Sofía. Colocados los 4.848 espectadores que se dieron cita para completar el primer lleno de no hay billetes de su historia se abrió una preciosa batalla de cánticos entre aficiones. El “alé, alé” del Fondo Oeste se topaba con la fuerza del “¡Nos van a ver volver!” del Fondo Este mecido entre saltos sobre el propio asiento. La gradita, por detrás, parecía la Bombonera. A fe que se movía.

Y más que lo hizo cuando Fernández Bueno pitó el comienzo del partido. Los decibelios se dispararon si cabe más. El ambiente era una barbaridad; tanto que fintaba y regateba entre los jugadores sin disimulos ya con el balón en juego. A Pedraza le jugó una muy mala pasada. Se le notaba que el balón le quemaba cuando lo tenía en los pies. Por eso y porque Lucas Pérez le ejercía una presión de Primera División. El caso es que al defensa madrileño en la primera que le exigió el Deportivo en área propia se descompuso. Del fallo nació el mazazo del gol con la grada deportivista celebrando antes de que se produjera el remate a placer. Colocadito y abajo a la cepa izquierda de Salva de la Cruz. Impepinable.

El Fondo Oeste saltó en tromba a levantar a Pedraza y a Pedraza del golpe: “¡Sí se puede!”, le bramó a los suyos. Y el caso es que surtió efecto. Porque, para empezar, el choque que había nacido desequilibrado se igualó. También en intensidad, que era más clave que en posesión —los centelleos iniciales de Quiles y Saviero estaban eran dinamita—. Y, para seguir, porque en tan solo nueve minutos el empate volvió al marcador. El balón sacado ahora sí sin contemplaciones por Pedraza desde su área, lo peinó en el círculo central Carlos de la Nava de manera deliciosa para dejar solo en la vía del gol. Pese a que el viento jugó con el ritmo cardíaco de todos: el balón se ralentizó mientras volvía al césped e hizo parecer disipar la ventaja que tenía el ariete de Ponz sobre la defensa de Óscar Cano... Pero, qué va, Súper Mario ya tenían trenzada la resolución de la jugada en su mente. Dejar botar el balón y desde ahí pegarle a puerta con todo. A Mackay le dio tiempo a ver la jugada, pero ni con esas logró detener el disparo, que fue un misil tierra-escuadra en toda regla.

La igualdad recuperada ya en todos los sentidos se mantuvo hasta el minuto 51 de encuentro, cuando Olabe trabó a Chapela cuando el extremo gaditano ya le había hecho la trece, catorce con una finta sabrosísima, y se tuvo que marchar expulsado tras ver la segunda amarilla.

Le costó, eso sí, al Unionistas desnivelar la balanza. Pero es que era la piel del Deportivo de La Coruña. Puede que la pieza de caza más valiosa de todas cuantas militan en Primera Federación. Masticó mucho el equipo de Ponz el partido, que decidió cambiar a toda la sala de máquinas en busca de ese oxígeno que hacía falta para lograr tumbar al equipo de Cano. Pero lo logró. Con un cabezazo tan heterodoxo como efectivo de Christian Santos a centro medidísimo y suave de Fran, que propicio el estallido de alegría más grande que se ha visto en este estadio hasta la fecha. Y no era para menos: el Unionistas tiene la salvación en la mano.

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