El corredor invidente que participó en los 100 kilómetros de la Ruta Vetona

Disfruta de excursiones de montaña con amigos y con la ONCE, organización con la que participa en medias maratones. Para Javier Fran, se trata más de una participación en carreras como superación personal que para obtener tiempos. De la Ruta Vetona, destaca «la actitud de la organización y de los voluntarios» pero, también, asegura que «es muy satisfactorio haber cumplido con el reto porque técnicamente tiene tramos que exigen bastante».

Al ser invidente, reconoce que las sensaciones de participar en una carrera son distintas porque «tengo que tener la mente en las articulaciones y la musculatura porque uno no sabe qué le va a suceder en la siguiente zancada y eso desgasta física y mentalmente más» ya que su objetivo es «participar con la máxima autonomía posible». Sin embargo, lanza un mensaje de superación: «para mí, la ceguera es una limitación pero no es una anulación» porque «quiero vivir el campo y la montaña habiéndome quedado sin la facultad de contemplarlo».

Le acompañaron en esa carrera cuatro voluntarios como son Alberto Ramírez, Rubén Gómez, Óscar Hoya y Jorge Sánchez. A Alberto Ramírez, le sorprendió que su capacidad para calcular los ritmos y las paradas y asegura que fue «una experiencia impresionante» porque «le fuimos dando información y radiografiando el terreno de la carrera» para concluir que «me ha aportado una visión novedosa de este tipo de carreras». Por su parte, Rubén Gómez coincide que fue una «experiencia increíble porque hice 53 kilómetros con él» y añade que «lo volvería a repetir las veces que haga falta».

Javier Fran asegura que repetiría en Béjar para rebajar su tiempo una hora en una prueba que le sirvió a modo de preparación para otras citas como los 104 kilómetros junto al Moncayo y el Privilegio 100 millas de Toledo como reto principal.