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Hace ya casi dos meses que salió a la calle el primer tractor con aquello de que «si el campo no produce, la ciudad no come». Ahora, pasado ese tiempo, los agricultores y ganaderos están en cierto modo contentos porque han conseguido algo, como solucionar la rotación de maíz, y descontentos porque ven que han conseguido poco más.
Poco más a pesar de que hubo tractoradas en prácticamente todos los países de la Unión Europea. Poco más a pesar de que la sociedad ha estado con ellos. Pero ni con la presión de la sociedad ni de los agricultores europeos, los gobiernos de los países de la Unión Europea han dado un gran paso atrás en el jardín europeo que buscan con la PAC.
Lo de arreglar eso de que productos de países terceros entren sin cumplir los mismos requisitos que los exigidos en la Unión Europea lo han dejado para otro día. O para cuando sea. Y ahora parece que con lo concedido por Bruselas los gobiernos confían en que se apaguen ya las protestas por aquello de que hay que sembrar, si el tiempo deja. O porque el sector está envejecido y no puede estar todo el día con el tractor. O porque son ya casi dos meses de protestas y las fuerzas se agotan... y, si no, por el dinero. Ahí están las 128 propuestas de sanción de la Guardia Civil por seguridad ciudadana que se tramitan en Salamanca estos días, y las 124 de seguridad vial. Yla mayoría de aquellas por incumplir la ley de seguridad ciudadana son 600 euros, la mitad si es pronto pago. Del «soy agricultor, no ingeniero informático» que se veía en los tractores, hemos pasado a «el campo está como mi tractor, viejo y cansado».
En España, las tractoradas han preocupado al Gobierno, pero lo justito. Al Ministerio de Agricultura, desde luego, aunque sólo fuera por las veces que se han manifestado frente a él. Ha sido tal la comodidad del resto del Gobierno, más preocupado por los «koldos» o por Ayuso, que ni se ha molestado el presidente en pedirle a Teresa Ribera que mire lo del lobo, por ejemplo. Y además le han salido las protestas de lo más barato, porque ha sido guardar en el cajón el cuaderno digital y poco más, porque lo demás lo decidió Europa.
Pero sí han conseguido algo más los agricultores y ganaderos en casi dos meses de protestas: que la sociedad tome conciencia de la importancia de producir alimentos en la Unión Europea. Nadie quiere comer alimentos regados con aguas fecales ni con productos que están prohibidos en la zona euro. Las famosas fresas han causado más sensación en la sociedad que las mil y una pancartas tipo «sin el campo y la ganadería, vuestra mesa está vacía».
Hasta las tractoradas, existía la creencia de que si no venía el alimento de nuestros campos, lo haría de otro países y que aquí no pasaba nada. Ahora, por las tractoradas, la ciudad sabe que no es lo mismo. Que aunque no cobre PAC el productor de patatas o de carne de cerdo, cumple normas que no se exigen en otros países que luego venden su producción en España.
Y el consumidor exige ahora saber si las patatas que consume vienen de Egipto, como tantas, o son, por ejemplo, de Salamanca.Y al consumidor al que antes le podía dar igual de dónde vinieran las fresas, ahora le importa el origen y lo pregunta, y puede que esté dispuesto a pagar más por producto español. Pero tiene que saber de dónde viene lo que compra y ahora no es fácil por el etiquetado o la falta de él. En España, a diferencia de Francia, una hamburguesa o un filete se pueden llamar así y no llevar carne, desafiando a la RAE. Y no pasa nada. A lo mejor de esta, y por las tractoradas, conseguimos saber lo que comemos.
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