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Dice la Asociación Nacional de Industriales que la situación que se vive es caótica. Nadie vende paja a precios bajos y nadie baja de la rueda. Es para preocuparse porque asegura que no hay en ninguna parte de España, que el problema es nacional después de una cosecha pésima en la que estima que se recogerá un 60% menos que en una campaña normal.
El sur mira hacia el norte, sobre todo a la zona de Burgos y desde allí dicen que tampoco hay nada. Que tierras de 12 pacas se han quedado en 4 o incluso en 1 ó 2 y que esa situación no la habían visto en la vida.
Y hay quien mira a Francia, como hizo el País Vasco, y es un mercado que exploran cada vez más pero que tampoco está fácil.
Quienes apuestan por ese viaje son ahora grandes colectivos ganaderos que puedan traer cantidades elevadas. La buena noticia es que en Francia al parecer hay paja y la mala, que se encuentra pero que con tantos kilómetros de transporte tampoco va de ganga.
En la tierra los fardos duran menos que ningún otro año y no se sabe si es porque el agricultor la guarda pronto para evitar los robos o porque donde hay una paca está un almacenista dispuesto a comprarla. Y cada día se ofrece más que el día anterior y así ocurre uno tras otro, sin parar. Y si no vas tú, hay otro.
Y todo este alboroto se produce en un momento en el que lo sorprendente es que el mercado se mueve poco porque el ganadero, que es quien necesita, o tiene reservas o si compra paja lo hace en pequeñas cantidades porque un camión a 3.000 euros no está como para hacer muchos viajes. Se baja la ración al ganado y se espera.
Como en el País Vasco. Estimaron los ganaderos que necesitaban traer 16.000 toneladas de Francia y resulta que al final con 3.000 les basta porque ni a los 128 euros la tonelada que les cuesta con la subvención del Gobierno vasco les parece asequible.
Paja hay, dice UAGA, aunque a lo mejor no justo el tipo que se busca. Y está claro que quien necesita, paga. La Diputación de Salamanca, sin ir más lejos, casi 16.000 euros por la que necesita para la feria Salamaq. Sin mirar atrás. En 2022 la misma cantidad le salió por unos 6.000.
La preocupación por la paja llegará (o no) en otoño. Si llueve, si es buen año para el campo, si llegan pronto las precipitaciones, los ganaderos respirarán. Y es entonces cuando los que ahora son optimistas, los que mantienen que hay paja guardada, confían en que se ponga a la venta y ya a precios más razonables.
Los pesimistas ven que el otoño puede tardar en llegar y que serán más los que necesiten comprar y difícil encontrarla.
Hace años la situación que viven Francia y España ocurrió al revés: los franceses venían a España a comprar paja. Entonces, su Gobierno subvencionó el transporte de este producto hasta su país. Dicen los que ven razones para preocuparse que se está tardando en tomar medidas en España. Esto de fiarlo todo a cómo venga el otoño puede estar bien, ojalá, o salir rematadamente mal. Ahora mismo no se sabe ni lo que hay.
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