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Su historia es la del sueño cumplido. Cuando en 2006 comunicaron que dejaban sus trabajos y venderían lo que tenían en Madrid para irse a un pueblo de Salamanca a vivir del campo sin saber nada de campo, reconocen que familiares y amigos hacían apuestas sobre cuánto les duraría la idea. El cuadro no podía ser menos optimista: pareja joven -él inspector de gas y ella administrativa- con una niña pequeña, enamorados de Lagunilla por unas vacaciones allí y que decide un día invertir todo en una explotación ganadera. La palabra “locos” la escucharon muchas veces Ismael Gómez y Mónica Muñoz.
“Hacíamos rutas y nos pareció un sitio increíble”, recuerda Ismael. “Y empezamos a pensar: ¿Y si cambiamos nuestra vida y nos olvidamos de ir Castellana arriba, Castellana abajo? ¿Y si compramos ganado?”.
Vendieron todo, compraron fincas... y empezaron a aprender lo que era una explotación ganadera. Su primer contacto con el campo fue ASAJA y la primera persona que les abrió los ojos sobre lo que se iban a encontrar, Rebeca, técnico de esta organización agraria. ”Se volcó con nosotros”, recuerda Ismael. Luego en la unidad veterinaria les recomendaron tener mejor ovejas que vacas y luego conocieron a dos ganaderos de Ledrada, Poli y José, que son sus guías desde entonces. Ellos les ayudaron a comprar las ovejas manchegas y ahora, amigos, comercializan juntos los corderos. “El primer parto que tuvimos no sabíamos cómo ayudar a la oveja y recuerdo que llamamos a Poli, puse el manos libres y él nos iba diciendo”, cuenta Ismael. “Y luego te vas arreglando. Estudias y ahora es verdad que coges el móvil y encuentras casi todo”. A los dos años de llegar a Lagunilla nació su segundo hijo.
15 años después no se arrepienten, al revés. “Todo es a base de echarle horas y tomarlo como una forma de vida. No podemos ir de vacaciones pero sí salir un día a la semana o ir a ver a la familia: metes a las ovejas en la finca o en la nave y te organizas. Lo complicado es cuando hay paridera pero sabes cuándo es el pico de nacimientos”. No ordeñan porque no están en la ruta de recogida de leche y, además, por lo anterior, para estar menos atados. Ahora tienen 520 ovejas, trabajan en su selección genética y están encantados porque han conseguido un rebaño de calidad y con partos múltiples en un 60% de los casos. “El secreto es la genética y la buena alimentación”, cuenta Ismael.
No echan de menos Madrid y cuando alguien les dice no entenderles, Ismael tiene la respuesta: “Tienes que vivir en Madrid para ver lo que es eso. Vete tú y prueba”. Los ratos que echan de menos el ajetreo saben que tienen Béjar o Plasencia a tiro de piedra, y a Madrid siempre en sus escapadas. En Lagunilla tienen conexión a internet por satélite y buena cobertura de móvil.
Ismael y Mónica tienen claro que recomendarían a otros hacer lo mismo, como por cierto ya han hecho. Algunos no tuvieron su suerte porque toparon con lo que para ellos es el gran problema para que la gente joven viva del campo: la falta de tierras, ahora muchas en poder de jubilados que complementan así su pensión.
Pastorean las ovejas y ven que sus hijos han crecido felices y con mucha libertad. De Madrid, a Lagunilla, su cielo en la tierra.
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