Del campo al cementerio: «Ya no da para vivir»
José Antonio, ganadero y agricultor de Ledesma, ahora da descanso eterno en Salamanca como enterrador en el cementerio San Carlos Borromeo al dejar de ser rentable el campo
M. B.
Salamanca
Jueves, 30 de octubre 2025, 17:53
Durante años vivió del campo, entre ganado y cultivos, pero la falta de rentabilidad en el campo le llevó a buscar un segundo sustento. Desde hace cinco años, José Antonio Herrero Sagrado trabaja como enterrador en el cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, un oficio que compagina con su pequeña ganadería y que, aunque duro, asegura que ya forma parte de su vida cotidiana.
«Llevo cinco años trabajando aquí», cuenta José Antonio, natural de Ledesma. Antes, su vida transcurría entre el ganado y el campo, pero «el campo ya no da para vivir», confiesa. Por eso, cuando le surgió la oportunidad de incorporarse al cementerio municipal de San Carlos Borromeo, no lo dudó.
«Entré a través de un amigo, para cubrir unas vacaciones», recuerda. Desde entonces, compagina las labores agrícolas con el trabajo de enterrador. Sus días comienzan temprano: preparar sepulturas, limpiar pasillos, hacer reducciones y, cuando llega el momento, asistir a los entierros. «Nosotros vemos una caja, no el cuerpo, pero cuando toca hacer reducciones y el cuerpo no está descompuesto, eso impresiona más», admite con serenidad.
Asegura que su experiencia en el campo le ha ayudado a soportar mejor las partes más duras del oficio: «He estado toda la vida viendo animales, trabajando con la pala… esto no me coge de nuevas», dice. Aun así, reconoce: «Hay que tener estómago» para ciertos momentos».
Con la llegada del Día de Todos los Santos, el trabajo se multiplica: «Estos días hay más movimiento, recogemos flores, limpiamos… la gente viene antes porque el 1 de noviembre esto se llena». Sin embargo, también nota los cambios generacionales: «Viene sobre todo la gente mayor. Los jóvenes ya no tienen la misma mentalidad de antes».
Para José Antonio, los cementerios son lugares de «tristeza y paz a la vez». Tristeza por los que se fueron, y paz por quienes descansan allí. Y aunque a algunos les pueda parecer un lugar sombrío, asegura que también hay quien acude a pasear o a pintar: «Hay gente que viene solo a relajarse».
Mientras el campo sigue siendo su pasión, el cementerio le da estabilidad: «Trabajo aquí y luego me voy al campo. Hago mis horas en los dos lados», dice con una mezcla de orgullo y resignación. Porque reconoce: «Para vivir del campo, hoy hay que compaginar con otros trabajos».
Aunque en apariencia puedan parecer que son dos mundos opuestos, José Antonio los vive como parte de la misma tierra, y como él mismo reconoce: «El campo da fruto y el cementerio da paz».