Borrar
Nuestro propio huracán

Nuestro propio huracán

ROBERTO ZAMARBIDE

Lunes, 11 de septiembre 2017, 06:45

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Va siendo hora de desplegar el edredón. Hay que protegerse de los primeros fríos de la madrugada en este verano que languidece, porque desvelarse de madrugada en lo que va de septiembre se está poniendo peligroso. Hay tantas turbulencias en el ambiente estos días que más nos vale recurrir a remedios efectivos, civiles o militares, para descansar bien. Y ojalá escribiera esto pensando en el barullo de las fiestas, bendito ruido de diversión que crispará estos días a más de un vecino del centro de la ciudad, pero que al día siguiente deja como mucho algo de sueño o de resaca.Una imagen que vi ayer en las redes sociales me impactó. Era un montaje de fotos por satélite que reflejaba la enorme dimensión del huracán Irma situándolo sobre la península ibérica. Ocupaba prácticamente todo el territorio. Era la metáfora ideal de la descomunal tormenta en que vivimos en España con el desafío al Estado. Hoy Cataluña celebra la fiesta de la Diada y no es difícil imaginar que la imagen de la manifestación independentista dará la vuelta al mundo. Una marcha colorista, plagada de sonrisas y de flores, a la que a buen seguro se sumarán miles de personas, quien sabe si más del millón, será la mejor campaña publicitaria que podría haber ideado los promotores del procés, hoy convertido en huida hacia adelante para la que no se prevé retorno. "No es como cuando los vascos mataban gente: estos catalanes son pacíficos. ¿Por qué no les dejan votar?", podrá comentar inocentemente una ciudadana de Berlín o de Vancouver viendo el noticiario de la tele a la hora de cenar. Y el mensaje habrá calado, así de fácil. No hubiera hecho falta todo el gasto desplegado por la Generalitat para sembrar una imagen amable de Cataluña abriendo embajadas por el mundo. Lo que a todas luces esta siendo un atropello de la legalidad institucional, una traición al estado disfrazada de ´insumisión a la injusticia en pro de los derechos humanos´ va a ser contemplada desde buena parte de la opinión pública mundial como la justa reivindicación de ´un pueblo oprimido al que no se le permite expresar su voluntad´. Y esto, a mi modo de ver, va camino de convertirse en el mayor fracaso de nuestra convivencia nacional desde la Guerra Civil, exceptuando, claro esta, la dictadura franquista en la que la ciudadanía no fue responsable de su autogobierno. Un desastre sin paliativos que puede acabar mal o peor, con unos responsables muy claros, que son los que han roto las reglas del juego que un día acordamos entre todos. Pero haremos mal cerrando un análisis demasiado simplista.Hoy Cataluña está dividida. España está dividida. Y el Gobierno de Rajoy tiene entre manos una patata caliente que ya no va a poder enfriar aplicando solo la justicia. Es evidente que años de manipulación histórica en las escuelas y en los medios públicos catalanes han creado un clima de opinión irreal, convenientemente cocinado por sus gobernantes con buenas dosis de victimismo. pero también es cierto que el desafío independentista al Estado ha pillado por sorpresa tanto a Moncloa como al partido en el gobierno. El ´tancredismo´ tan propio de Rajoy nos puede jugar a todos una mala pasada de no producirse en las próximas semanas un giro brusco de los acontecimientos que, hoy por hoy, no se vislumbra por ningún lado.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios