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Alberto Estella
Miércoles, 9 de enero 2019, 12:39
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Partiendo de mi convicción de que representan el comunismo, sigo preguntándome cómo es posible que hubiera más de cinco millones de españoles que en diciembre pasado votaron a Podemos o sus franquicias, y que las encuestas indiquen que pueden volver a elegirles. La mejor explicación la oí ayer a un contertulio: para un importante sector de la población, el PP y el PSOE, hegemónicos tantos años, se han hecho envidiar, resultan odiosos, y ese rencor no se disuelve fácilmente. Los inútiles y quienes se han pasado media vida esforzándose por triunfar sin conseguirlo, miran con inquina a los instalados „sobre todo si son tan mediocres„, resentimiento que aumenta y llega a convertirse con el tiempo en cólera y voto radical. España es campo abonado para la envidia, el pecado capital de los batuecos. Entre los muchos ejemplos históricos, vengamos a Salamanca. Es Fray Luis quien gime desde la cárcel "aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado". Es Unamuno quien hace decir a Joaquín, sobre el protagonista de la novela Abel Sánchez: "Sus éxitos me quitan el sueño". Detrás están Abel, el pastor, y Caín, el labrador, con su "sombra errante" machadiana, cruzando por este trozo de planeta. Tras ellos miles de hermanos, colindantes, vecinos han muerto por estas tierras y sierras golpeados con una quijada de burro, una estaca, o un azadón, por una herencia, un surco de mas en la besana, el desvío del riego, un pastoreo abusivo... En la Sierra era frecuente "tirar de navaja", y dar algo más que una pinchaina, por un quítame allá esas pajas, o no me quites la hembra. No han sido menos las peleas que uno contempla, sordas o abiertas entre políticos, como la que hoy mantienen soterradamente Pablo Iglesias con su correligionario Íñigo Errejón, o abiertamente Pedro Sánchez con su adversario Mariano Rajoy; entre profesionales de la medicina, el derecho como la que dicen desatada entre Margarita Robles „que irá de número dos del PSOE por Madrid„, y el presidente del Consejo del Poder Judicial, Sr. Lesmes, que con tal motivo la ha privado de su plaza de Magistrada del Tribunal Supremo; o entre literatos, que al menos han dejado epigramas ingeniosos o anécdotas divertidas, como los poemas entre Góngora y Quevedo, o las pullas de Baroja a todos los demás.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA
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