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Marranadas

Marranadas

ISABEL BERNARDO FERNÁNDEZ

Miércoles, 9 de enero 2019, 12:47

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La insurrección político-escatológica comenzó cuando Ada Colau llegó a la alcaldía de Barcelona el año pasado, y fichó como directora de comunicación a Águeda Bañón: una activista post porno que se había fotografiado abierta de patas y relajando esfínter en plena calle, como los perros. Perdón, como las perras, que los canes machos orinan, vaya usted a saber por qué, a la paticoja. Según confesó la muchacha, a ella aquello le gustaba; era una afición tan noble como otra cualquiera, como la de hacer macramé por ejemplo. Pero tal marranada formaba parte de la campaña de cirugía estética que pretendía hacerse de los usos y costumbres españoles. Siempre argumentando lo mismo: sexualidad, igualdad, toleranciaCon idénticas abogaderas, hace pocos días, la formación salmantina Ganemos propuso al equipo de gobierno municipal que hombres y mujeres compartieran los cuartos de "gases superferolíticos", en expresión copiada al Cura Cid. Aquel farinato que además de andar en amores con una barquillera, en 1876 editó un tratado poético musical con las arias del culi-vientre silbando entre las nalgas, y al que tituló "La Chiflanópolis de Ciudad Rodrigo o Ventosa mirobrigense". Les confieso que las odas del cura me causaron la misma impresión que las parrafadas del académico Camilo José Cela cuando presumía de poner su trasero a perorar. O sea que, unas y otras, más que con ingenio estaban pensadas con sobrada guarrería. Diga lo que diga el populismo político postmoderno, el cura o el ilustre escritor, el control de ciertos instintos y el mantenimiento de determinados hábitos higiénicos, son imprescindibles para procurar el respeto y la convivencia con los demás. Ya sean lesbianas, gays, transexuales, bisexuales o heterosexuales. Si la igualdad hay que fomentarla compartiendo inodoro, y grifo, y tirador de cisterna, y pomo de la puerta, y abluciones de lavabo (¡qué asco!), sinceramente, me apunto a la desigualdad. Porque hay prácticas que obligadamente necesitan su intimidad y su separación de sexos.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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