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Santiago Juanes
Miércoles, 9 de enero 2019, 13:41
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Los telediarios son una cuerda de reos, eso sí, con pedigrí: políticos, empresarios codiciosos y hasta personas de la Familia Real: quién nos iba a decir que veríamos a una infanta de España sentada en el banquillo con su marido, rodeada de presuntos malhechores enfundados en trajes carísimos hechos a medida. Y ahora van a por Rita Barberá, la alcaldesa de España „según los suyos„ cuyo historial arde encima de la mesa de Alfonso Fernández Mañueco, presidente del Comité de Garantías y Derechos del PP. No le temblará el pulso si llegado el momento se le retira el carné, aunque sea uno de los más antiguos del Partido Popular y entonces veamos el ocaso de la "jefa" y quizá sentada ante el juez. No será ni mañana ni pasado, pero será. Hasta ese momento, las televisiones repetirán machaconamente las imágenes con los elogios de la cúpula del PP a Barberá. Otra cosa es lo que haga ella, si traga con todo o se alivia cantando, como ayer el tal "Pepote", un arrepentido del caso Nóos, que no se parece en nada a esos arrepentidos de las películas cuya vida tiene puesto precio por "cantar". El cine ha hecho mucho daño a la percepción de la realidad. Con estos mimbres se podría hacer un espectáculo de títeres como los de mi infancia. Aquellas marionetas del sábado por la tarde y matinal del domingo en La Alamedilla, que organizaba Andrés Sánchez y que nos dejaba a los niños exhaustos de gritarle al bueno que había aparecido la bruja.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA
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