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Amores tardíos

Amores tardíos

Marta Robles

Martes, 30 de junio 2015, 07:00

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Es difícil resistirse al amor cuando se tienen veinte, porque la pasión física arrasa. A los treinta, porque uno cree que no llegará jamás otro amor como el que se vive. A los cuarenta porque aparece ese demonio del mediodía que alerta de que la vida ya anda por la mitad, casi obliga lanzarse a los brazos del amor. A los cincuenta porque no se puede creer que algo así pueda pasara cuando ya no se espera. A los sesenta porque tal vez es el último tren. Y en adelante, porque es imposible frenar todo aquello que ocurre en el tiempo extra. El amor es ese no sé qué irrefrenable y da igual a la edad que llegue: siempre hay justificación para dejarse llevar. Eso sí ¿cómo se sabe que es amor y no otra cosa? Mi amigo Javier Sádaba, filósofo extraordinario me dijo una frase que llevaba el copyright de su hijo: Cuando hay atracción física es pasión, cuando la atracción es intelectual es admiración, cuando hay atracción económica es interés y cuando no se sabe que tipo de atracción hay, es amor€ ¿Será amor, el amor de Isabel y Mario? ¿Entre ellos habrá esa corriente inexplicable que va más allá de los intereses de todo tipo? Alguien pensará que es muy importante, pero la realidad es que la vida es una ley de compensaciones e intercambiar intereses, siempre que sea sin dañar al contrario, es igual de lícito que amar con ese amor verdadero que no se sabe de dónde vino y que jamás se puede decir cuándo se irá.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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