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Darío Barrio

Darío Barrio

Marta Robles

Martes, 10 de junio 2014, 06:45

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Dicen que la muerte se esconde en cada esquina, pero a veces parece que salimos a su encuentro. No quiero enfadarme con el universo, pero el fallecimiento de Darío Barrio me ha dejado tocada y hundida. Y no solo porque este hombre atractivo, inteligente y creativo de 42 años, con dos niños y un enorme reconocimiento profesional lo tuviera todo y se haya quedado sin nada, por los azares del destino, sino porque me da rabia que a veces tentemos tanto a la suerte. Es curioso porque Darío, a quien conocía desde hacía años, me había dicho hace poco que ahora, con los niños, quería arriesgarse menos. Así es la vida. Y así es la muerte. No digo yo que no pudiera haberla encontrado al doblar la calle donde se encuentra su magnífico Dassa Bassa, el restaurante que hace tan poco celebró sus diez años en la capital, pero ¿para qué ir a buscarla en el aire? Lo habíamos hablado más de una vez, pero Darío, tan calmado como echado para adelante, tan delicado como arrecho era un incondicional de los deportes de riesgo. Y de volar. Sí, de volar. ¿Qué tendrán los aires y el cielo que desde siempre pretendemos conquistarlos?. Lo de menos es el festival de salto en el que perdió la vida o que la modalidad fuera la de tirarse en paracaídas desde un objetivo fijo y no en movimiento, lo de más es que puede pasar que no se abra el paracaídas. Uno entre mil. Uno entre un millón, pero puede pasar.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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