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El caso del agujero Encabo

El caso del agujero Encabo

JULIÁN BALLESTERO

Domingo, 6 de octubre 2013, 06:45

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El ´caso del agujero Encabo´ debe hacernos reflexionar sobre los cimientos de la democracia. El pasado del presidente del Tribunal de Cuentas de Castilla y León le retrata como el primer transgresor de las leyes que debería defender y eso le inhabilita para continuar en el puesto, pero todo indica que seguirá ocupando ese privilegiado sillón hasta el final de la legislatura, porque en esta Región las destituciones están mal vistas y las dimisiones... bueno, de las dimisiones no podemos hablar hasta que encontremos algún antecedente, aparte de aquella digna retirada de Demetrio Madrid allá por los albores de la autonomía.El exconcejal del Ayuntamiento de Salamanca lleva año y medio adoctrinando a todas las administraciones de la Comunidad autónoma para que no perpetren los mismos despropósitos que él firmó cuando regentaba el urbanismo de la capital, aplicando la vieja máxima de ´haced lo que yo digo, pero no hagáis lo que yo hice´. Un paradigma de la caradura, que aquí no solo sale gratis, sino que seguramente recibirá recompensas.Pero no podemos quedarnos en la hojarasca del escándalo. Hay que profundizar hasta las raíces de una situación rocambolesca, en la que el lobo ha sido contratado para cuidar a las ovejas.La primera pregunta que va al fondo del problema es: ¿realmente necesitamos un Tribunal de Cuentas regional cuando existe un organismo similar para todo el Estado? ¿Nos sale rentable la duplicidad de organismos y el gasto por partida doble?La disyuntiva se responde con un solo dato: nuestro Tribunal de la Señorita Pepis no ha conseguido disuadiar a ninguna administración de que cese en sus desmanes. Se trata de un ente sin poder de coacción, o lo que es lo mismo: la Junta, las diputaciones, los ayuntamientos y el resto de organismos públicos de la Administración regional se pasan por el arco de triunfo sus resoluciones, que, por cierto, llegan con tres o cuatro años de retraso, cuando las irregularidades han caducado y los autores de las fechorías han pasado a la oposición o han ascendido para desempeñar otros sagrados poderes.Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA

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