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Angustiosa espera a las puertas de la enfermería de La Glorieta

Angustiosa espera a las puertas de la enfermería de La Glorieta

Los familiares y amigos de Miguel Ángel Perera aguardaban noticias cabizbajos y en silencio

marino hernández

Miércoles, 9 de enero 2019, 11:24

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Angustia quizás sea la palabra que mejor defina las dos eternas horas que se vivieron a las puertas de la enfermería de la plaza de toros. A las 18.47 horas llegaba el diestro pacense a la camilla y tres minutos después ya estaba allí su madre, que no se despegó de su hijo en ningún momento. Sentada en un banco, junto a los baños, su suegra, Carmen Lorenzo, quien muy afectada no encontraba consuelo por lo ocurrido en aquel maldito lance. Solo se levantó cuando Paulina Espinosa, mujer de su hijo Pedro Gutiérrez "El Capea" se acercó a besarla y abrazarla acompaña de una pareja de amigos. La tensión se cortaba con un cuchillo. Más cerca del quirófano, en la misma puerta de la enfermería, El Niño de la Capea tampoco despegaba los labios, fumaba un pitillo junto al gerente de la plaza Mateo Carreño y recibía y tranquilizaba a los hermanos del matador, Sergio y Sandra. El silencio era el dueño del túnel que conduce el ruedo y tan solo las herraduras y los estribos de los caballos de picar eran capaces de romper la barrera del miedo. A la media hora de intervención llegó Verónica Gutiérrez Lorenzo, esposa del diestro extremeño, que no estaba en la plaza, y lo hizo junto a su hermano Pedro. Como no podía de ser de otra manera, sus padres la tranquilizaron, la abrazaron y le dijeron que aún no sabían cómo era la cornada.Con tanta gente a la puerta y ante el ir y venir de banderilleros y picadores el equipo médico salió un momento de la enfermería para pedir a los interesados que se retirarán de la puerta y únicamente permitieron el acceso al interior a los más directos. El apoderado, Fernando Cepeda, fumaba compulsivamente y Guillermo Barbero, su banderillero de confianza, prefería rezar en la capilla. La situación, tan desagradable como inesperada, hizo abandonar su localidad al taurino Vicente de la Calle, que también acompañó a la familia. A la finalización del festejo llegó el tumulto y hasta El Viti quiso tener noticias de primera mano. A las 21.14 Miguel Ángel Perera enfilaba la ambulancia y con él las lágrimas y los ánimos de los suyos camino de la Santísima Trinidad.

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